
Para mí, mi familia es muy normal. Cenamos juntos, nos reunimos en el living a mirar películas, y el fin de semana pasado fuimos a acampar y nos sentamos alrededor de la fogata comiendo Smores, mientras lxs adultxs disfrutábamos unas cervezas y mi hija de 9 años nos desafiaba a rondas interminables de “¿Qué preferís?”. Lo siento tan perfectamente cotidiano que a veces necesito recordarme que la mayoría de la gente, con mucha suerte, nos etiqueta de raros; o lo que es peor, depravados.
Soy poliamorosa, lo que significa que creo que es posible amar a múltiples parejas al mismo tiempo. Estoy en una relación con mi esposo de hace casi 17 años y con mi novio con el cual festejamos nuestro segundo aniversario en Mayo. (En la jerga del poliamor, nuestra relación se conoce como una “V”; yo soy el vértice, mis parejas son las aristas.) La gente suele decir que nuestras vidas son complicadas pero en realidad son bastante armoniosas. Siempre decimos en broma que un reality sobre nosotros sería muy aburrido.
Esto no ha impedido que el mundo en general nos juzgue. Hace años la derecha viene advirtiendo que el matrimonio homosexual era un camino de ida que desembocaría en una aberración como lo nuestro. Con cada paso que damos hacia el matrimonio igualitario estoy más segura de encontrar en la tele a algún líder conservador que mete a familias como la mía en la misma bolsa que pedófilos y zoofílicos. Pero lxs liberales, en su mayoría, tampoco nos tratan mucho mejor. No tardan en afirmar que el matrimonio igualitario no desembocaría nunca en algo tan horrible como esto — cuando lo que deberían hacer es explicar que mantener relaciones múltiples con adultxs que prestan consentimiento no es lo mismo que mantener “relaciones” con niñxs o cabras.
Aun aquellxs que no nos demonizan tienen grandes problemas para comprender. ¿No estás “jugando a dos puntas”? me preguntan. ¿No es injusto para ellos? ¿No le hace daño a tu hija? La confusión es comprensible. La mayoría de la gente nunca ha visto una familia poli como la nuestra. Por eso, voy a explicar cómo funciona — al menos, cómo nos funciona a nosotrxs:
He recorrido un largo camino. Desde que recuerdo, he sentido que el amor romántico hacia una persona no descartaba la posibilidad de amar simultáneamente a otra. Me parecía natural, intuitivo. Pero al no tener un paradigma de ese estilo de vida, asumí que era yo la que tenía algún problema.
Me casé y permanecí en una relación monógama con mi esposo por muchos años. Sabía que quería estar con él a largo plazo. Pero no estaba del todo satisfecha. No podía evitar sentir que estaba reprimiendo una parte de mí.
Cuando me enteré de las relaciones poliamorosas, supe que eso era lo que yo quería. Mi esposo, sin embargo, no estaba tan seguro. Le parecía bien para otras personas, pero no para él. Y como a mí todavía me parecía impracticable, no insistí en el asunto.
A los 20 largos, cuando volví a la universidad a terminar mi carrera de grado, me hice amiga de un hombre que cambió mi mentalidad sobre eso. El también creía en el poliamor. Tuvimos largas charlas al respecto, hablamos de cómo podía funcionar y de que realmente era posible.
Una noche, me senté con mi esposo y le confesé todo. Le dije que el poliamor era una parte de mí, y le pedí que al menos se informara un poco al respecto, y lo considerara seriamente, antes de descartar la idea. Él entendió que no se lo habría pedido si no fuera extremadamente importante.
Esa conversación podría haber sido el fin de nuestro matrimonio. Fue, sin embargo, el comienzo de nuestro recorrido en la no-monogamia.
Uno de los principales obstáculos de la no-monogamia — probablemente el obstáculo — son los celos. Por ese entonces, mi esposo era una persona increíblemente celosa, pero empezó a preguntarse si le servía para algo. Los celos nacen del miedo de perder a la pareja. Pero si descubres que el amor y la intimidad se pueden compartir sin que debiliten, ese miedo se vuelve mucho menos poderoso. Para mi esposo, fue liberador salir de la caja que lo hacía percibir a todxs los demás como una especie de amenaza.
Una vez que él se acomodó a la idea, empecé a salir con mi amigo de la universidad. No fueron pocos los desafíos por aquel entonces. Elegir el poliamor no significa que automáticamente apretás un botón y tus celos se esfuman. Lo que sí significa es que intentamos entender el por qué de las inseguridades que sentimos. En lugar de decir “No podés hacer esto con tal otra persona”, intentamos ubicar qué es lo que le está faltando a nuestra relación. Y preferimos decir algo como “Estoy pasando por un momento difícil, me vendría muy bien pasar un poco de tiempo con vos, lxs dos solxs.” Poder pedir lo que necesitas, en lugar de irradiar negatividad hacia las otras relaciones de tu pareja, es esencial en una relación poliamorosa. Abrirnos de ese modo fue una revelación para mi esposo y para mí. Conectamos mutuamente más de lo que lo habíamos hecho en años.
Esa primera relación romántica que tuve solo duró 10 meses (aunque sigue siendo uno de mis mejores amigos). Después de eso, no busqué activamente otra pareja. Seguía lastimada por haber cortado y quería esperar antes de poner nuevamente en juego mis sentimientos. Aún así, me alegraba saber que contaba con esa libertad, para cuando apareciera la persona correcta.
Eventualmente apareció. Mi novio y yo nos conocimos por nuestra ideología de izquierda. Éramos miembros de la misma organización. En unos meses formamos una amistad; muchas veces nos sentábamos a hablar en el pórtico hasta el amanecer. Aunque no se había acercado al poliamor antes, ni bien le hablé de eso, dijo que la idea tenía sentido. Yo sabía que estaba sintiendo cosas, y sospechaba que a él le pasaba lo mismo, pero no sabía si él iba a querer una relación de ese tipo. Cuando finalmente tuvimos nuestro primer beso, me obligué a ir de frente con él. El poliamor no sigue un guión que tenemos internalizado, por eso es crucial detallar los términos y las expectativas, y no asumir ni dar por sentado. Necesitaba hacerle saber que yo quería una relación en serio, no una cosa casual. Me dijo que estaba buscando exactamente lo mismo.
Supe desde el comienzo que esta relación era diferente a la anterior. Mi novio me presentó a su familia, algo que mi ex nunca había hecho. Pasamos mucho tiempo juntxs, y en el transcurso de unos meses me di cuenta de que me estaba enamorando. No había vivido emociones tan intensas desde que mi esposo y yo éramos adolescentes. Sentir esa misma explosión de sentimientos después de tantos años me recordó que mi esposo era la única otra persona de la que me había enamorado.
A mi esposo le cayó muy bien mi novio. Él mismo me había alentado a “animarme” muchas veces en los meses anteriores. Aún así, para él fue un cambio tener que verme sentir cosas tan profundas por otra persona. Fue una sorpresa para él encontrarse peleando contra sus sentimientos. (Después de mi anterior relación, creyó haber vencido a aquel monstruo de ojos verdes.) Pero se encontró frente a una experiencia de aprendizaje distinta: cada relación es diferente, y presenta un nuevo abanico de desafíos. Con tiempo, y mucha comunicación, logré brindarle a mi esposo la seguridad que él necesitaba. No representó una amenaza para nuestra relación. En todo caso, lo amé más que nunca.
Y mientras intentaba hacer que mi esposo se sintiera seguro, temía por mi futuro junto a mi novio. A medida que corrían los meses, y yo comenzaba a divisar una relación a largo plazo, todo el tiempo me preocupaba que fuera a dejarme para vivir una vida “normal”. Él nunca se mostró celoso de mi relación con mi esposo, pero yo sabía lo frustrante que era para él que yo no tuviera la libertad para darme el gusto de dejar a mi familia para pasar un rato con él. Y yo me sentía culpable por estas limitaciones que no podía eludir. Sin embargo, mi novio me dejó en claro que vislumbraba un futuro juntxs.
Un año atrás, mi esposo y yo empezamos a pensar en comprar nuestra primera casa, y lo hicimos con plena intención de que mi novio se mudara con nosotrxs. Cuando comenzamos nuestra aventura en el poliamor, nunca imaginé que nuestros mundos se fusionarían así. Pero cada vez era más claro para todxs que esto era lo que teníamos que hacer.
Este último año ha sido una transición gradual. Mi novio pasa más o menos la mitad de la semana en nuestra casa, y se va a mudar definitivamente cuando se le termine el contrato de alquiler, en cuestión de semanas. A lxs tres nos generó ciertos temores la idea de compartir espacio. Pero este ajuste gradual nos permitió experimentar de cerca cuán bien funciona, y nuestros temores se disiparon.
Mis dos relaciones ocasionalmente tienen problemas como tendría cualquier relación, pero en este punto esos problemas ya no se basan en que seamos tres. Tengo el mismo tipo de discusiones y desacuerdos con mis parejas que tiene la gente monógama: cuando yo estoy susceptible y me siento herida por algo; cuando algunx está estresadx y tiene actitudes cortantes; cuando empezamos una pelea absurda sin ningún motivo.
A veces, el hecho de tener tiempo limitado para pasar con cada uno genera más tensión: yo tengo expectativas altas del tiempo que vamos a pasar juntos, y por eso a veces me termino decepcionando. Pero a medida que vamos fusionando nuestras vidas bajo el mismo techo, esto es cada vez menos un problema, y yo siento cada vez menos que mi tiempo se divide entre los dos.
El fin de semana pasado, mientras mi hija dormía y lxs tres estábamos sentadxs junto a la fogata, la conversación mutó hacia la inminente mudanza y lo listxs que nos sentíamos.
“Es natural”, le dijo mi esposo a mi novio, yo solo escuché y sonreí.
Como es obvio, la pregunta que me hacen con más frecuencia es sobre lxs hijxs. ¿Una familia como la nuestra no es un ambiente tóxico para lxs chicxs? Mi hija, que cumple 10 el mes que viene, sabe que su padre y yo somos no-monógamxs desde que tiene uso de razón. Es claro que no está más expuesta a la sexualidad que un hijx de una pareja monógama. Presencia muestras de cariño apropiadas para su edad entre mis parejas y yo, y vive en un hogar estable y amoroso. Yo suelo contarle que la sociedad no ve muy bien a las familias como la nuestra, y cada vez que menciono el argumento de que el poliamor hace mal a lxs chicxs, pone los ojos en blanco y dice “¡Noo, más personas para quererme! ¡Qué horror!”.
A mi novio lo adora, la relación que tienen es como la relación con un padrastro, o con el tío divertido que vive en la misma casa. Juegan videojuegos e inventan trabalenguas juntxs, y se divierten mucho. Cuando pienso en la cantidad de chicxs que no tienen un padre o una madre, pienso en lo bueno que es que mi hija tenga tres adultxs en su vida para darle tiempo, atención y cuidado. Y habiendo tanta variedad de familias ensambladas que están llenas de amor, no veo por qué la mía debería ser considerada tan distinta.
Después de todos estos años de relación, todavía siento muchas ganas de ver a mi esposo cada día cuando vuelve de trabajar. Al menos una noche por semana nos quedamos hasta tarde sin hacer otra cosa que charlar por horas. Si bien hace mucho que pasamos la etapa de la luna de miel, ambxs nos sentimos muy afortunados de, en un mundo con tantos matrimonios fallidos, todavía poder disfrutar la compañía del otro y seguir tan profundamente enamoradxs.
Para mi esposo, que seamos no-monógamxs tiene muchas ventajas. Él es mucho más introvertido que yo. El hecho de que yo tenga otra pareja con la cual pasar tiempo hace que no se sienta mal por pasar tiempo solo, o por rechazar invitaciones a eventos a los antes se habría sentido obligado a acompañarme. Lo que nos brinda el poliamor es ese espacio personal para ser nosotrxs mismxs, en lugar de sentir que mis necesidades y las suyas están en conflicto constante. Tal vez sea porque yo ahora estoy más satisfecha viviendo una vida auténtica que nuestro matrimonio está más fuerte que nunca.
Con mi novio también podemos pasarnos toda la noche enfrascados en una conversación. Nos reímos mucho juntos, nos encantan los juegos de mesa para nerds, y compartimos nuestra dedicación a organizaciones de izquierda y justicia social. Habiendo estado juntos solo dos años, estamos en una etapa más nueva y de algún modo más emocionante que la relación con mi esposo. Pero también tenemos una comodidad impresionante. A veces me cuesta creer que nos conocemos hace tan poco tiempo. Se siente como si nos conociéramos de toda la vida,
Con mi novio, estamos planeando una boda (simbólica) para el verano que viene. Si pudiéramos, nos casaríamos legalmente. Pero es doloroso saber que muchas personas de nuestro entorno jamás tomarán nuestra relación totalmente en serio, que jamás la considerarán real.
La realidad es que lxs tres somos adultxs conscientes y estamos increíblemente felices con nuestras vidas. Los dos tienen la misma libertad que yo para perseguir otras relaciones, y los dos valoran mucho esa libertad. Pero por el momento, estamos conformes con cómo están las cosas. Nos ofende a lxs tres cuando la gente asume que alguien en la relación es “víctima” de algo.
Mis dos parejas tienen un gran compromiso con el feminismo y ambos me hacen sentir respetada, amada y valorada por lo que soy. Son mis mejores amigos, mi mayor apoyo, y no me imagino la vida sin ellos. ¿Cómo hacemos? La verdad es que no nos resulta tan difícil como la gente cree. Hacemos como se hace en cualquier relación: comunicación, honestidad, confianza y respeto. La capacidad para llegar a un acuerdo ayuda mucho. Pero aplaudimos las individualidades y no pretendemos censurar o controlar a nadie. Nuestras vidas son tranquilas y pacíficas.
Una noche común, si estamos lxs tres en casa, mi esposo (que ama cocinar) prepara la cena y comemos juntxs. Después a veces miramos una película. A veces mi novio y mi hija juegan videojuegos mientras mi esposo y yo trabajamos en la computadora. A veces mi novio (que está estudiando enfermería) tiene tarea, mi hija se pone a leer en su pieza, y mi esposo y yo nos sentamos a charlar en el living. Después de que mi esposo y mi hija se acuestan, mi novio y yo, que nos gusta más transnochar, nos quedamos a hablar o nos sentamos juntxs a leer. Se siente tan natural que me cuesta mucho creer que un día pensé que era imposible.
Si hablas con mi hija sobre matrimonio homosexual o relaciones poliamorosas, va a poner cara de sorpresa y te va a decir “no entiendo por qué les molesta que la gente se ame, si no le hacen daño a nadie.” Quiero un mundo donde todxs lo entiendan así de fácil.
Más sobre la autora:: Los artículos de Angi Becker Stevens han aparecido en sitios como AlterNet, RH Reality Check, el blog Ms. Magazine y Role/Reboot. Escribe sobre poliamor en el blog radicalpoly.wordpress.com y vive con su familia en Michigan.
Fuente:http://www.salon.com/2014/04/12/polyamory_works_for_us/
Traducción:Malena Carranza
Revisión:DemonWeb