Maestros del Amor

Según la psicología científica, las relaciones duraderas se basan en -adivinaste- la amabilidad y la generosidad.

Todos los días en Junio, el mes más popular del año para casarse, alrededor de 13000 parejas estadounidenses dicen “Acepto”, comprometiéndose a una relación de por vida llena de amistad, felicidad y amor que les llevará hacia adelante hasta sus últimos días sobre la Tierra.

Excepto que, claro, no funciona de esa manera para la mayoría de la gente.

La mayoría de los matrimonios falla, ya sea terminando en divorcio y separación o cayendo en la amargura y disfuncionalidad.

De toda la gente que se casa, sólo tres de cada diez parejas mantiene un matrimonio sano y feliz, así como dice Ty Tashiro en su libro “La Ciencia del Felices Para Siempre”, publicado a principios del 2014.

Lxs científicos sociales empezaron a estudiar los matrimonios observándolos en los 70’s actuando en respuesta a una crisis: Las parejas casadas se estaban divorciando a un ritmo sin precedentes. Preocupadxs por el impacto que estos divorcios podrían tener sobre lxs hijxs de los matrimonios rotos, lxs psicólogxs decidieron lanzar sus redes científicas sobre las parejas, llevándolas al laboratorio para observarlas y determinar cuáles eran los ingredientes para tener una pareja saludable y duradera.

¿Es infeliz a su manera cada familia infeliz, así como decía Tolstoy, o acaso los matrimonios miserables comparten todos algo tóxico en común?

 

El psicólogo John Gottman fue uno de lxs investigadores. En las últimas cuatro década, ha estudiado miles de parejas en la búsqueda de lo que hace funcionar a las relaciones. Hace poco, tuve la oportunidad de entrevistar a Gottman y a su esposa Julie, también psicóloga, en la ciudad de Nueva York. Juntxs, lxs reconocidxs expertxs en estabilidad matrimonial manejan el instituto Gottman, el cual está enfocado a ayudar parejas a construir y mantener relaciones sanas llenas de amor basándose en estudios científicos.

John Gottman empezó recolectando sus hallazgos más críticos en 1986, cuando armó  “El Laboratorio del Amor” con su colega Robert Levenson en la Universidad de Washington. Gottman y Levenson trajeron parejas de recién casadxs al laboratorio y les veían interactuar entre sí. Con un grupo de investigadores, conectaron electrodos a las parejas y les pidieron hablar sobre sus relaciones, cómo se conocieron, un conflicto importante con el que estuvieran lidiando y un recuerdo positivo que tuvieran juntes. Mientras hablaban, los electrodos medían la presión sanguínea, ritmo cardíaco y cuánto transpiración producía cada sujeto. Después, lxs investigadores enviaban a las parejas a sus respectivas casas y así por seis años para ver si seguían juntxs.

De los datos recolectados, Gottman, separó las parejas en dos grupos grandes: Maestros y desastres. Los maestros seguían felizmente juntxs después de seis años. Los desastres ya se habían separado o eran crónicamente infelices en sus matrimonios. Cuando lxs investigadores analizaron los datos que habían recopilado con las parejas, vieron claras diferencias entre los maestros y los desastres. Los desastres mantenían la calma durante las entrevistas, pero sus fisiologías, medidas por los electrodos, contaban una historia distinta. Sus ritmos cardíacos eran rápidos, sus glándulas sudoríparas estaban activas y sus flujos sanguíneos eran rápidos. Siguiendo miles de parejas longitudinalmente, Gottman, encontró que mientras más fisiológicamente activas se mostraban las parejas en el laboratorio, las relaciones se deterioraban con mayor rapidez a través del tiempo.

Pero, ¿Qué tiene que ver la fisiología en todo esto? El problema era que los desastres mostraban todas las señales de excitación – de estar en modo de lucha o huida – en sus relaciones. Para sus cuerpos, conversar al lado de sus cónyuges era como enfrentarse a un tigre dientes de sable.

Hasta cuando estaban hablando de facetas placenteras o mundanas de sus relaciones, estaban preparadxs para atacar ó ser atacados. Esto hacía elevar el ritmo cardíaco y hacer que los sujetos fuera más agresivos entre sí. Por ejemplo, cada miembro de una pareja podría estar hablando sobre cómo había sido su día, y un marido altamente alterado podía llegar a decirle a su esposa “¿Por qué no empezás hablando sobre tu día? No te va a llevar mucho.”

En contraste, los maestros mostraban baja excitación fisiológica. Sentían Calma y conexión con el otrx, lo cual se traducía en comportamiento cálido y afectuoso, hasta cuando peleaban. No significa que los maestros, por default, tenían un sistema fisiológico mejor adaptado que los desastres; es que los maestros habían creado un clima de confianza e intimidad que hacía que ambas partes estuvieran cómodas emocionalmente y, por lo tanto, físicamente.

Gottman quería saber más sobre cómo los maestros crearon la cultura de amor e intimidad, y cómo los desastres la aplastaron. En un estudio subsiguiente de 1990, diseñó un laboratorio en el campus de la Universidad de Washington, hecho con la intención de parecer un hostal. Invitó a 130 parejas recién casadas para pasar el día en este hostal y las observó mientras hacían lo que las parejas hacían normalmente estando de vacaciones: Cocinar, limpiar, escuchar música, comer, charlar y pasar tiempo juntxs. Y Gottman hizo un descubrimiento crítico en este estudio – uno que llega al corazón de por qué algunas relaciones florecen mientras otras se marchitan.

En el transcurso del día, las parejas hacían pedidos de conexión, algo que Gottman llama “Ofertas”. Por ejemplo, digamos que el marido es apasionado por las aves y ve un jilguero volar por el patio. Él le dice a la esposa, “¡Mirá ese pájaro hermoso de allá!”. No está simplemente comentando sobre el pájaro en cuestión: está pidiendo una respuesta de su esposa – una señal de interés o apoyo – esperando que conecten, aunque sea momentáneamente, por el ave.

La esposa ahora tiene una opción. Puede “Prestarle” o “Negarle” atención a su esposo, así como Gottman lo pone. Aunque la oferta del pájaro puede parecer menor y tonta, de hecho puede revelar un montón sobre la salud de la relación. El esposo pensó que el ave era lo suficientemente importante para traerlo a la conversación y la pregunta es sobre si la esposa reconoce y respeta esto.

La gente que prestó atención a su pareja en el estudio respondió iniciando contacto con quien ofertaba, mostrando interés y apoyo en la oferta. Quienes no lo hacían – o sea negaban atención – no respondían o respondían mínimamente y continuaban haciendo lo que sea que estuvieran haciendo, como mirar tele o leer el diario. A veces, respondían con hostilidad, diciendo cosas como “Dejá de interrumpirme, estoy leyendo”.

Estás interacciones de oferta tenían efectos profundos en el bienestar matrimonial. Las parejas que se habían divorciado después de un seguimiento de seis años solo mostraban un 33% de “Ofertas Aceptadas” en total. Sólo tres de cada diez ofertas de conexión emocional eran aceptadas con intimidad. Por otra parte, las parejas que todavía seguían juntas después de seis años mostraban un 87% de “Ofertas Aceptadas”. Nueve de cada diez veces, la gente estaba cumpliendo con las necesidades emocionales de sus parejas.


 

 

Flickr/Scarleth Marie

 

Observando este tipo de interacciones, Gottman podía predecir con un 94% de certeza si las parejas – hetero u homosexuales, ricas o pobres, con o sin hijxs – irían a separarse, estar juntas e infelices, o juntas y felices por varios años más. Mucho de esto se reduce a la energía que las parejas le ponen a la relación. ¿Traen amabilidad y generosidad, o desprecio, críticas y hostilidad?

“Los maestros tienen un hábito mental”, explica Gottman en una entrevista, “que es: escanean su ambiente social buscando cosas que pueden apreciar y por las cuales estar agradecidxs. Construyen una cultura de respeto y apreciación con un propósito. Los desastres escanean su ambiente social buscando los errores de sus parejas”.

“Y no es simplemente escanear el ambiente”, interrumpe Julie Gottman”. Es escanear a la pareja por lo que la pareja hace bien o escanearle por lo que hace mal y criticarle contra respetarle y expresar apreciación”.

Encontraron que el desprecio es el factor número uno que separa las parejas. La gente que se enfoca en criticar a sus parejas se pierde un importante 50% de cosas positivas que sus parejas está haciendo y buscan la negatividad en donde no está.

La gente que le da la espalda a su pareja – ignorando intencionalmente a la pareja o respondiendo mínimamente – daña la relación haciendo que su pareja se sienta poco valiosa e invisible, como no estuvieran ahí, como si no tuvieran valor. Y la gente que trata a su pareja con desprecio y la crítica no sólo mata el amor en la relación, también mata la capacidad de sus parejas de luchar contra virus y cáncer. Actuar con maldad es la sentencia de muerte de las relaciones.

La amabilidad, por otra parte, mantiene unidas a las parejas. Una investigación independiente a la suya mostró que la amabilidad (junto a la estabilidad emocional) es la manera más importante de predecir la satisfacción y estabilidad en un matrimonio. La amabilidad hace que cada pareja se sienta cuidada, entendida y validada -que se sienta amada. “Mi recompensa es vasta como el océano”, dice Julieta de Shakespeare. “Mi amor igual de profundo; mientras más os doy, / Más tengo yo, ya que ambos son infinitos”. Así funciona la amabilidad también: hay un montón de evidencia mostrando que mientras más recibe una persona o es testigo de actos de amabilidad, más amable tiende a ser, lo que lleva a un espiral ascendente de amor y generosidad en una relación.

Hay dos maneras de pensar sobre la amabilidad. Podés pensarla como un rasgo fijo: Lo tenés o no lo tenés. O podés pensar en la amabilidad como un músculo. En cierta gente, ese músculo es naturalmente más fuerte que en otras, pero puede crecer más fuerte en todas con ejercicio. Los maestros tienden a pensar en la amabilidad como un músculo. Saben que tienen que ejercitarla para mantenerla en forma. En otras palabras, saben que una buena relación requiere trabajo duro sostenido.

“Si tu pareja expresa una necesidad”, explica Julie Gottman, “y estás cansadx, estresadx o distraídx, entonces el espíritu generoso aparece cuando una pareja hace una oferta y aún así le prestás atención.”

En ese momento, la respuesta fácil capaz sería negarle atención a tu pareja y enfocarte en tu tablet, libro o a la tele, tirar un “Mirá vos” y seguir con tu vida, pero no prestarle atención a pequeños momentos de conexión emocional va a gastar lentamente la relación. La negligencia crea distancia entre parejas y crea resentimiento en quien es ignoradx.

Por supuesto, el momento más difícil para practicar la amabilidad es en una pelea – pero este también es el momento más importante para ser amable. Dejar que el desprecio y la agresión se salgan de control durante un conflicto pueden dañar irrevocablemente a una relación.


 

“Ser amable no significa que no expresamos nuestro enojo”, explica Julie Gottman, “pero la amabilidad denota cómo elegimos expresarlo. Podés tirarle lanzas a tu pareja. O podés explicar qué te lastimó y de dónde viene tu enojo, y ese es el camino más amable”. John Gottman se explayó sobre lo de las lanzas: “Los desastres dicen cosas de una manera diferente en una pelea. Dicen cosas como ‘Llegaste tarde. ¿Qué te está pasando? Sos igual a tu vieja’. Los maestros dirían ‘Me siento mal al joderte por llegar tarde, y sé que no es tu culpa, pero me molesta que hayas llegado tarde otra vez.’”

Para las cientos de miles de parejas que se casan cada Junio – y para las millones de parejas actualmente juntas, ya sean casadas o no – la lección que se saca de esta investigación es bastante clara. Si querés tener una relación estable y saludable, ejercitá la amabilidad desde el principio y a menudo.

Cuando la gente piensa sobre practicar la amabilidad, suelen pensar en pequeños actos de amabilidad, como comprarse lx unx a lx otrx regalitos o darse masajes de vez en cuando. Si bien esos son buenos ejemplos de generosidad, la amabilidad puede estar insertada en la columna de una relación a través de las maneras en que las parejas interactúan entre sí en el día a día, hayan o no masajitos de espalda y chocolates de por medio.

Una manera de practicar la amabilidad es siendo generosx con las intenciones de tu pareja. Gracias a la investigación de les Gottmans, sabemos que los desastres ven la negatividad en sus relaciones hasta cuando no hay. Por ejemplo, una esposa enojada puede asumir que, cuando su esposo deja la tapa arriba, está tratando de hacerla enojar, a propósito. Pero puede que se haya olvidado sin querer.

O capaz la esposa está llegando tarde a la cena (otra vez) y el marido asume que ella no lo valora lo suficiente como para llegar a la cita a tiempo después de tomarse el tiempo de hacer las reservas y salir del laburo temprano para poder pasar una noche romántica juntes. Pero en realidad la mujer estaba llegando tarde porque pasó por un local antes para comprarle un regalo por su salida especial.

Imaginen a ella llegando a la cena, emocionada en darle el regalo, sólo para enterarse que está de humor de perros porque él malinterpretó lo que motivaba el comportamiento de ella. La habilidad para interpretar las acciones e intenciones de tu pareja de forma caritativa pueden ablandar el filo del conflicto.

“Hasta en las relaciones donde la gente está frustrada, casi siempre pasa que hay cosas positivas y que la gente está tratando de hacer lo correcto”, me dijo Ty Tashiro. “Un montón de veces, una pareja trata de hacer lo correcto hasta si lo hace pobremente. Así que apreciá la intención.”

Otra estrategia de amabilidad poderosa se centra en la felicidad compartida. Uno de los indicadores de las parejas desastrosas que Gottman estudió fue el no poder conectar con las buenas noticias de lx otrx. Por ejemplo, cuando una persona en la relación comparte con emoción las buenas nuevas sobre una promoción en el laburo pero la otra respondería con macizo desinterés mirando su reloj o acortando la conversación con un comentario como “Mirá vos”.

Todxs escuchamos que las parejas deberían estar para apoyarse mutuamente cuando las cosas se ponen duras. Pero se estudió que estar presente cuando las cosas van bien es de hecho más importante para la calidad de la relación.



 

En un estudio del 2006, la investigadora en psicología Shelly Gable y sus colegas llevaron parejas de jóvenes adultos al laboratorio para hablar sobre eventos positivos recientes en sus vidas. Lxs psicólogxs querían saber cómo responderían las personas a las buenas noticias de sus parejas. Descubrieron que, en general, las parejas tenían cuatro respuestas distintas que llamaron: pasiva destructiva, activa destructiva, pasiva constructiva y activa constructiva.

Digamos que recientemente unx compañerx había recibido la excelente noticia de que había entrado a la carrera de Medicina. Ellx diría algo como “¡Entré a la mejor escuela de Medicina!”.

Si su pareja responde de manera pasiva destructiva, lo hace ignorando el evento. Por ejemplo, diciendo algo como “¡No sabés las buenas noticias que me llegaron ayer! ¡Me gané una remera!”

Si su pareja responde de manera pasiva constructiva, lo haría reconociendo mínimamente las buenas noticias sin entusiasmo. Una respuesta pasiva constructiva típica es como “Qué copado, amor” mientras le manda un texto a alguien.

En el tercer tipo de respuesta, activa destructiva, la persona reduce las buenas noticias de su pareja: “¿Tenés seguridad de que podés estudiar tanto? ¿Y los gastos? ¡Estudiar medicina cuesta un huevo!”

Finalmente, está la respuesta activa constructiva. Si la pareja responde de esta manera, deja de hacer lo que sea que esté haciendo y se engancha con todo el entusiasmo: “¡Qué copado! ¡Bien ahí! ¿Cuándo te enteraste? ¿Te llamaron? ¿Qué materias vas a tomar el primer semestre?”

Entre los cuatro estilos de respuesta, el activo constructivo es el más amable. Mientras que los otros son cortamambo, la respuesta activa constructiva permite que la pareja saboree su felicidad y le da a la pareja una oportunidad para conectar por las buenas noticias. En la jerga de les Gottman, la respuesta activa constructiva es una manera de “Prestarle atención“ a las ofertas de tu pareja (compartir las buenas noticias) más que “Negarle atención” a ellas.

Responder activa constructivamente es un punto crítico para las relaciones saludables. En el estudio de 2006, Gable y sus colegas le hicieron seguimiento dos meses después a las parejas para ver si seguían juntas. Lxs psicólogxs encontraron que la única diferencia entre las parejas que seguían juntas y las que no se radica en las respuestas activas constructivas. Las personas que mostraron interés genuino en la felicidad de sus parejas tuvieron mayor chance de seguir con ellas. En un estudio anterior, Gable había encontrado que responder activo constructivamente estaba también asociado con una calidad relacional más alta y con mayor intimidad entre parejas.

Hay muchas razones por las cuales una relación falla, pero si le prestás atención a lo que lleva al deterioro de muchas parejas, todo lleva a la ruptura de la amabilidad. Debido a los eventos estresantes del día a día que se apilan una encima de la otra – hijxs, carreras profesionales, amigxs, familiares y otras distracciones que apenas dejan espacio para el romance y la intimidad – las personas irán poniendo menos esfuerzo en la relación, llevando a que se peleen por cosas muy insignificantes .

En la mayoría de los matrimonios, los niveles de satisfacción bajan dramáticamente en los primeros años juntos. Pero entre las parejas que no sólo resisten sino que también viven felices juntas por años y años, el espíritu de la amabilidad y generosidad las guía hacia adelante.

Fuente:http://www.theatlantic.com/health/archive/2014/06/happily-ever-after/372573/

Traducción:Arachno Boris

Revisión:Frasco

Edición:DemonWeb

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