Sobre cómo dejé de ser víctima de mis propias trampas

Durante varios años de mi vida sexual activa fui el tipo de persona a la que le dicen “no dejas títere con cabeza” o “todos los colectivos te dejan bien”. Me hago cargo. Mis compañeres sexuales era elegides por la única condición esencial: que estuvieran disponibles. Llegaba a la cama siempre movida por una urgencia que no tenía explicación, y yo se la atribuía al gran efecto que me causaba esa persona que había “elegido”, definía mi atracción hacia elles como un imán que ejercía sobre mí una fuerza incontrolable e irracional. La verdad es que había poco de elección ahí.

Así es como las malas experiencias se sumaban, una tras otra. Y caía y seguía cayendo en mis propias trampas. La pseudo elección, las expectativas irracionales, la entrega inmediata de todo a alguien que no conocía ni pretendía conocer y como resultado invariable: la desilusión. Acto seguido, como compensación, encontraba en el lugar de víctima un consuelo, sin hacerme cargo de los pasos que daba en el sentido contrario al verdadero encuentro con el otre. Y el ciclo volvía a empezar.

Varios fueron los factores que me ayudaron a salir de dar vueltas sin sentido dentro de ese comportamiento, detallo los más sobresalientes.

1. Entender el valor de entregarme físicamente.

No va por el lado de la moral, no intento hacer del acto sexual un hecho sagrado. Pero sí importante. Es más bien una ética que regula mi comportamiento frente a mi cuerpo. Comprender cuánto se puede poner en juego en el momento de ese encuentro, valorar lo que estoy entregando. Y esto es imposible si no empezaba a tener alta estima por mi cuerpo y lo aspectos emocionales que inevitablemente se ponen en juego en esa entrega. Entender que todo tiene un costo y darme tiempo para evaluar si estaba dispuesta a afrontarlo. A veces el costo es solo tiempo: tiempo que se dedica a generar el encuentro, tiempo que pasamos pensando en el otre, en ese suceso, tiempo que sacamos tal vez de otras actividades. A veces el costo es más alto, son emociones, intenciones, sentimientos. Si no estaba dispuesta a afrontar el riesgo de perder, entonces no debía dar ese paso.

2.Desterrar el mito de la urgencia

No es cierto que necesitemos desesperadamente tener sexo. No importa el género. No importa hace cuánto que no sucede. Nada nos apura. No te hace más o menos cool pasar por más camas o acumular más “conquistas”. No te hace más querible ser accesible. No te hace menos querible decir que no. Podemos decir que no si no queremos, podemos no tener ganas de llegar a la cama, aun cuando la otre persona nos gusta, nos atrae, nos calienta. Si el otre está urgido, problema del otre. Si no quiere esperar, que no espere. Que se vaya.  El sexo no debe ser moneda de cambio para sentirnos queridos. Entonces no hay apuro. Es el famoso “dejar que fluya”. Pero no para postearlo en Facebook mientras buscas alguien que te “atienda”. Realmente dejar que suceda. Sin urgencias.

3.Ver genuinamente a quien tenemos delante

Quizá lo más difícil de todo. Tener a alguien enfrente y dejar que se presente como es, o como quiere presentarse. Verle, escucharle. Darle tiempo para que nos entendamos. O no. Poder elegir es también darle al otre el espacio para conocernos, y que sienta que nadie va a hacer nada para apurar las cosas, no vamos a evitar detalles que podrían hacer que nos lamentemos después.  Y sobre todo va ayudar a:

4.No utilizar al otre como un objeto para llenar las carencias

¿Cuántas veces estuvimos con alguien que no nos gustaba? yo, un montón ¿por qué? Para no estar sola. Porque no me bancaba estar sola. Era imposible que hiciera un plan para estar conmigo, una salida sola, una cena para mí. Entonces revisas la agenda y arrancas a mandar mensajes, a ver quien pica. O entras a Tinder y te fijas alguien que esté a menos de 5 Km. que más o menos te guste y dale que va. Después de verse no te escribe nunca más y lloras como una carmelita descalza…Momento, cara dura. Vos lo buscaste para que llene ese espacio de soledad que no sabes manejar. Vos lo tratas como un objeto funcional a tus vacíos y ahora lloras. La gente no es estúpida, no tanto como vos que te mentís y te lo crees y te haces la terriblemente enamorada de alguien que quizá en tu perra vida hubieras contactado si supieras afrontar con entereza tus problemitas con el vacío del domingo a las 19 hs. Hacete cargo de que ves al otre como un objeto. Y deja de llorar.

 

5.       Todas las relaciones son particulares, pero ninguna es indispensable

     Acá entra en juego uno de los cambios más radicales de mi vida. El Amor libre. Poner en práctica una ética relacional que postula que la monogamia no es la única vía posible de vincularse es también entender que el otro no es una posesión, es un individue libre que tiene que poder manifestar su identidad más allá de su relación conmigo. La vida de cada persona no empieza ni termina en ese tiempo que comparte a mi lado. Tiene sus propios tiempos, modos, espacios, gustos y necesidades. No está atado a mí, no está encerrado en una relación regulada por preconceptos. La relación se construye, o no existe. Lo mismo vale para mí. No soy en función del otre, ni de la relación. No es lo único que tengo en mi vida, no me adapto incondicionalmente a caprichos externos. No soy en función de nadie. Pacto, consensuo, converso, evalúo, para construir.

    

Todo esto me llevó años, no lo hice sola, tal vez las personas que me ayudaron no lo saben. Mi grupo de amigues creció, cambió. En elles me veo reflejada, veo mi crecimiento y mis fracasos. Me acompañan, me contienen. Mis vínculos fallidos ayudaron mucho también. Tomar distancia de ese lugar de víctima y evaluar cómo llegué a la desilusión fue un gran paso. Primero lo tenía que generar de manera consciente, ahora sale en automático. Dejé de echarle la culpa al contexto y empecé a hacerme cargo. Los buenos vínculos aportan mucho, ahora veo a las persones que tengo enfrente. Voy despacio, cuido a quienes quiero, quiero de verdad, elijo de verdad. Construyo relaciones que no se basa en ninguna urgencia ficticia de apurar los trámites y llegar a la cama como meta final. El sexo es parte de mis relaciones, pero no es el eje. No me relaciono sexualmente con nadie que no me guste como persone, con nadie que no elegiría como amigue, compañere. No me acuesto con nadie que no conozca, al menos en aspectos básicos.

     En conclusión, no es esto un manifiesto en contra del sexo casual. No es una clase de moral puritana. Es mi recorrido, el que me llevó a crecer emocionalmente. Son los pasos que me sirvieron para salir del lugar de víctima desesperada que no encontraba el amor. Lo encontré. En mí. Quienes me acompañen en este camino lo harán sabiendo que no son objetos útiles a mis necesidades, que pueden estar o no, pero que me hace bien que estén, porque les conozco y les elijo. Que podemos construir sin miedo, pero con responsabilidad.

 

About the author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.